Nuestros abuelos tenían magia en sus manos y luz en su espíritu y de ellos hemos heredado su creatividad y sensibilidad.
Igual que todos los artistas, mi abuelo Emilio era polifacético, expresaba su visión de la vida utilizando diferentes técnicas.
Además de tallar la madera, plasmaba preciosos dibujos sobre el papel y cada trazo del carboncillo era capaz de transportarme a otro mundo.
Hoy en día mi padre Marcelino sigue sus pasos, recoge trozos de madera que cincela con sus manos, perfilando figuras imposibles y mis ojos se pierden en la inmensidad de sus creaciones.
Nuestro abuelo paterno se llamaba Rogelio, era un reconocido maestro forjador, elaboraba forja artística y marcó un precedente que le dio reconocimiento en los círculos más influyentes de la ciudad.
Trabajaba el hierro de forma única y era especialista de la filigrana con motivos florales y naturales.